martes, julio 26, 2005

Martes poético

Sangre mía
de Lil Herrera
Sangre mía muchachita
luna, sol, voz de cielo,
peces, algas y cangrejos
meces mi cuerpo entero
Sangre mía,
criatura que nunca has sido
porque cada mes
te me pierdes, te deslizas
te derramas
y tu color es el del paso del tiempo
que está y ya no está: se fue.
Sangre mía,
tu sabor es de sal
y vinagre de hormonas vencidas.
Sangre mía, tu olor es tenue sonido
de una gota de aire
que humedece mis instantes
suspendidos.
Poema de Lil Herrera * Todos los derechos reservados *

martes, julio 19, 2005

Cuento de Gabriel Branca

HONORABLES

- Bueno señores, sean todos bienvenidos- dijo el catire de los rasta, propietario del lugar. Todos los honorables, cautivados en su interior, y a la vez inquietos, aparentaron seriedad ante la situación. Para evitar las malas lenguas.

Escoltados por la policía, se pidió a todos los medios informativos que se retiraran. Una vez se sintieron a gusto y más en confianza, los señores se relajaron y empezaron a probar los platos ofrecidos por la casa. Todo esto con mucha discreción: recordemos las malas lenguas.

Hablaron y hablaron. El aire se hizo tibio. Los honorables comenzaron a desprenderse de corbatas, luego sacos. A jugar con cosas raras para curar el asma, como el “bongo”. Poco a poco vieron su alrededor y a sí mismos, y notaron un detalle particular: ¡gente desnuda bailando al ritmo del gran Bobbie! Pero no le dieron mucha importancia y siguieron danzando y jugando con los artefactos medicinales algo rudimentarios.

Pasada la noche de locura, despertaron a los estragos de la noche anterior. Se vistieron, tomaron sus maletitas y en un silencio de incertidumbre, salieron juntos a subirse en sus respectivas limousine.

Regresaron al convenio pensando en la noche que acaban de pasar. Y llegaron a la conclusión de que podía convertirse en una de sus diversiones más exóticas. Como otra más de las pastillas que le ponían a sus señoras en la comida, para hacerlas callar, dormir; o ahora para enloquecer un poco a sus señoritas nocturnas de los fines de semana.

martes, julio 12, 2005

Un cuento

Minerva y la tejedora mágica
Minerva se hizo famosa en Miseria cuando inventó la tejedora mágica. En ella confeccionaba suéteres, chales, sabanillas para bebé y los muy solicitados edredones matrimoniales. La tejedora hilaba dulce y fuertemente las visiones de lo que jamás sería. Minerva pensó que era buena idea, prendas cálidas para abrigar el alma en días de soledad, tristeza y desconsuelo. Cuando terminaba una prenda, emocionada la ponía en una caja de cartón blanco, sobre una cama de papel cometa azul celeste, bañado de estrellas plateadas, y se iba presta a entregarla. Al llegar, tocaba el timbre y la dejaba en la puerta. Fue por entonces que los habitantes de Miseria comenzaron a dar muestras de extraña conducta: maridos envalentonados abandonaban a esposas felices de verlos partir, abuelitas septuagenarias montaban bicicleta o saltaban una tabla gritando voz en cuello salta-la-tablita-que-yo-la-salté, mientras diputados soberbios repartían entre mendigos sus más preciados bienes. El gobierno de Miseria intervino prontamente, decomisando la tejedora y convocando la presencia inmediata de ilustres científicos de todos los confines del planeta. Los sabios examinaron la tejedora, la desmantelaron y volvieron a armar, sin encontrar el más pequeño indicio de cómo funcionaba. Al presentar los hallazgos de sus investigaciones ante la Comisión Ariadna, los científicos vistieron lindos pulóvers tejiditos en colores pasteles y declararon al público estupefacto que Dios era un niño maravilloso.
Cuento de Lili Mendoza . Todos los derechos reservados .

martes, julio 05, 2005

Vivir para contar: la nueva narrativa panameña

E scribimos porque no nos queda de otra. Afortunadamente, hemos nacido en la tierra de los colores poco sutiles, de las voces altas, las de múltiples registros; crecimos entre cremas de maíz y platanales, el alma llena de los sinsabores y alegrías de vivir pobre en un paraíso agresivamente verde. Los que lo niegan llegan a políticos, los que lo callan ciudadanos, los la escupen con ritmo, esos son escritores.
Panamá, al igual que nuestros países hermanos de Centroamérica, se ha contagiado de su propia esencia: breve, tajante, abrupto, el cuento es la herramienta/instrumento con que el centroamericano mejor toca la música de su existencia. Quizás las novelas, la complicada narración largo metraje de las grandes obras de la literatura, le resulten más adecuadas a los hombres-naciones longevos, donde la memoria colectiva (historia) es más profunda, son más viejos los conflictos, más largos los caminos recorridos hacia el propio individuo y su voz.
A menudo, e injustamente, acusada de regional por lo arraigada a su idiosincracia (según algunos en contraste con las obras europeas y norteamericanas, que apelan a la universalidad del Hombre), la narrativa centroamérica no siente la necesidad de enmascarar su aislamiento cultural: Centroamérica afligida, agredida, agresora, de espaldas una, arriba otras. Canta, baila y se lamenta; habla y llora. Por medio del cuento acorta distancias y recursos para llegar al meollo de su propia existencia. Y no hay nada que defina mejor la universalidad que el Hombre en busca del Hombre.
Durante la próxima semana queremos compartir con nuestros lectores una muestra de la nueva narrativa panameña, invitándoles a participar activamente con sus contribuciones y comentarios.
Lili Mendoza