la hoja.

Laberinto poético: Javier Romero en la hoja.

Estimados Lectores:

Luego de un fin de semana muy peculiar, inicio el programa con un invitado cuya sola visita mejora la perspectiva de la semana que se desenrolla como serpentina ante mis ojos. No se puede controlar una serpentina. Una vez que la primera espiral de papel se dispara del rollo, siguen las demás, no hay quien la pare. Se resigna uno a verle los ricitos despeinados en el suelo, como una musa abandonada.

Hablando de musas, la mía se fue a pasear sin mí el fin de semana pasado y yo en dirección opuesta, rumbo al Perote de las Musas, en la comunidad de Sto. Domingo de las Tablas. Mis experiencias son dignas de cuento y quiero que las tomen como tal. Y Dios... qué cuento.

El que está muy bien con las musas es Javier Romero Hernández, el joven poeta panameño que nos acompaña, a quien considero una llama de esperanza en el altar de las letras de mi tierra. Esperanza, porque hay talento en nuestros jóvenes, y más aún deseos de trabajar (entiéndase: partirse el lomo sin esperar nada a cambio...si recibes algo a cambio ¡eso es empleo!). Javier siembra. Javier cosecha.

Nació el 2 de septiembre de 1983 en la ciudad de Chorrera. En el 2002, obtuvo el premio Demetrio Herrera Sevillano, convocado por la Universidad de Panama, con su poemario Delirios de la Sangre. En el año 2004, obtiene mención de honor en el Premio Nacional de Poesía Joven Gustavo Batista Cedeño, con la obra "Poemas para encontrar a un ser humano". En 2006, vuelve a recibir mención en el mismo certamen, con el poemario "Meditación en un laberinto". A Javier le gusta la música de Fito Páez, Gustavo Cerati, Moenia y, por supuesto, Pablo Milanés.

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Lili Mendoza

Cuento

Me perdí tres veces. Llegué tarde. Dejé las llaves dentro del auto. No tenía llave de repuesto, tampoco encontré un cerrajero. Luché con la testosterona de medio pueblo, que lanzaba opciones descabelladas mientras yo intentaba una maniobra Maguiver con un gancho de ropa. Lo descabellado, luego de una hora de forcejeo, me sonó hermoso: romperíamos uno de los vidrios con el mazo que un gentil espectador blandía como bate grandes ligas. El gasto, Dios mío ¡el gasto! Dije a la multitud – Lo romperé yo-. No pude. Mierda. Al coño con esto. Lo rompió el dueño del mazo. Mientras tanto, mi flaco, que es extranjero, miraba todo como si fuera un sueño. Me perdí el recital poético en el parque. Quisimos ir a comer, porque ya nada más quedaba y en eso me perdí. Nuevamente. Otra hora y encontré el hotel. Mientras esperaba la llave que abriría el descanso, un extraño tomó la guitarra del flaco para darme serenatas mientras el dueño de la guitarra (el flaco) observaba, atónito, cómo el mundo se desenvolvía en tecno-color-surreal(1). Saliendo del hotel, rumbo a la fonda, me pasé un alto que jamás vi. Choqué con un taxi. Quise pagar al conductor por los daños, pero no aceptó. Vino la policía. Pasaron horas. Quise apurar al policía y éste me dijo cómo no señora, rapidito la llevo a la chota. Desistí. Me acosté en el asiento reclinado de mi triste carro y apreté la manota del amado. Le dije – Flaco, camíname a casa.-

(1) En el mundo de la música, tocar la guitarra ajena es como tocarle la mujer al músico. Tocarle guitarra a la mujer del músico, con su propia guitarra...eso es pecado mortal.


De cómo las musas me dejaron varada en Santo Domingo un Maldito Sábado por la noche.

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Escucha el programa en vivo, esta noche a las 7:00 p.m. en los 88.1 FM de RADIO 10

www.radio10panama.com

posted by Poems from the Tropics @ 10:02 a. m.